La pandemia tuvo un impacto profundo en todos nosotros. Tuvimos que reinventarnos, repensar la forma de hacer nuestro trabajo, acomodar nuestros hogares para que también fueran oficina, encontrar la forma de seguir moviéndonos para poder cumplir con todo lo esencial, entre muchas otras cosas. Después de dos años de vivir con nuevas regulaciones, nos hemos acostumbrado a casi todo y elementos como el cubrebocas en la calle o tomar una reunión por Zoom en lugar de ir presencialmente ya no son chocantes. La economía está profundamente afectada y las cadenas de abastecimiento muestran los efectos de la quiebra de importantes empresas. Las proyecciones en materia económica son poco optimistas, pero no será la primera vez que un país tiene una inflación alta y hay herramientas para poder navegar estos tiempos.

 

Lo que no tenemos claro cómo navegar, y que tiene un efecto profundo y a largo plazo, es la alteración del desarrollo emocional de los niños y niñas que tuvieron que, de un día para otro, dejar el colegio y pasar al aprendizaje virtual. Si bien las materias y las competencias duras pueden aprenderse bien a través de la pantalla, la socialización e interacción con otros niños se cortó. ¿Qué efectos tendrá esto a largo plazo? ¿Puede revertirse?

 

Foto por Thomas Park en Unsplash

 

Actualmente no tenemos datos ni estudios para contestar estas preguntas. Lo que sí es claro, es que el regreso a clases ha sido positivo aunque conlleva una serie de desafíos, pues es necesario encontrar estrategias para nivelar a los niños para que puedan tener una mejor convivencia. Una de las herramientas que ha funcionado para esta adaptación es la arteterapia, sesiones en las que el niño puede conectar con su creatividad para ayudarlo a enfrentarse a los cambios del mundo. Despertar el espíritu creativo de los niños requiere de la creación de un entorno que lo propicie. Una forma de generar este entorno es decorando el hogar con obras de arte.

 

 

Obra de los Diarios de Campo de Magdalena Pérez de Arce

 

Una obra de arte no es solo para contemplarla. El arte tiene como objetivo principal dialogar con el espectador, al proponer una visión del mundo desde lo estético busca mostrar que no todo está dado y que hay espacio para la interpretación. En las sesiones de arteterapia un niño puede entender que el mundo no está dado sino que puede transformarse, ver obras de arte que hagan esto podrá mostrarle ejemplos de cómo otros han construido sus propias realidades.

 

 Foto por Sigmund en Unsplash

 

El arte nos habla de la historia del artista que lo hizo. Ya sea autobiográfica la obra o no, el arte nos muestra una parte del mundo de alguien más, lo que estimula la empatía en los niños. Después de meses de encierro, es importante recordarle al niño que hay un mundo más allá de su casa y que aprenda sobre otros contextos e historias. La empatía permitirá a los niños darle más importancia a las emociones de otros y sentirse validados por su entorno. Esto es esencial para su maduración emocional.

 

 

Por último, vivir rodeado de obras de arte hará que el niño sepa que el mundo es grande y que está lleno de historias. Esto promoverá su curiosidad y lo motivará a contar su historia. Esto es importante para la formación de su identidad. Si bien es claro que el mundo va hacia lo virtual, la identidad de un niño no se reduce al avatar con el que interactúa en el metaverso. Darle valor a las narrativas personales de los artistas será un insumo clave en la creación de su propia narrativa.

 

 

Así, el arte en el hogar cumple una función mucho más importante que decorar: es un punto de conexión que nos ayuda a conectar con otras experiencias humanas. Los niños acaban de pasar por un evento histórico y es importante darles espacios para que procesen lo vivido, lo incorporen a su historia de vida y puedan conectar con otros. Vivir con arte no es solo vivir con cosas bonitas, es vivir en un ambiente que propicie la creatividad.