Aunque partió siendo solo su hobbie, en 1989 −cuando estudiaba agroindustria− Guy Wenborne decidió que la fotografía sería, en realidad, su carrera. “Empecé para probar y después de 30 años sigo probando si fue una decisión correcta o no”, dice. Y claro que lo fue: con más de 45 libros publicados, este fotógrafo hoy es aplaudido por sus extraordinarias tomas y por la capacidad de narrar con ellas historias del patrimonio natural y cultural de Chile. Viajero incansable, ha accedido a indómitos, lejanos y preciosos parajes, para dar con imágenes notables y sobrecogedoras.
Parte de su amor a la fotografía partió con los viajes que hizo con su abuelo paterno. “Él era un tipo muy aventurero, pescaba, era piloto de avión, salía a cazar, le gustaba mucho el mundo outdoor. Como nieto mayor, yo muchas veces lo acompañaba y sacaba fotos para retratar nuestras aventuras”, cuenta Wenborne, cuya formación como fotógrafo la realizó con cursos de extensión en la Universidad Católica, además de los renombrados cursos de Teoría del Color con Eduardo Vilches.
De estilo especialmente realista y limpio, Wenborne es un artesano capaz de transmitir la experiencia en vivo y el valor visual de un escenario natural. “Mi tipo de interpretación de ese lugar tiene que ver con ser muy respetuoso de su estado, composición y colores. En ese sentido, trato de buscar el ángulo, la hora del día, el cerca o lejos, como si fuera un baile entre el escenario y la luz, en el cual yo me posiciono”, comenta. En sus fotos, los arreglos o retoques que hace en postproducción son realmente mínimos. “Predico y practico que la fotografía tiene que estar un 90% hecha en el click, en el lugar y en el momento preciso. Solo el 10% restante debiera ser de ajuste después”, añade.