"Me gusta tener mi arte en la calle. Aunque pueda estar en galerías o bastidores, también me gusta tenerlo en la calle, pues pienso que es el mejor soporte que puede tener un artista”, dice Camilo Ortega, artista emergente del Street Art, en cuyo trabajo vincula el uso de una caligrafía propia con la exploración del color. Para Camilo, más conocido como Cortegraff, la calle ha sido fundamental: no solo porque desde chico que ha trabajado en ella −desde cuidando autos hasta haciendo malabares− sino porque es la calle el espacio que le permite hacer su trabajo al aire libre, en conexión e interacción con otras personas.
Diseñador gráfico de profesión y diplomado en Caligrafía y Lettering por la Universidad de Chile, Cortegraff hizo su primer mural a los 25 años, en 2015, y desde ahí su carrera ha crecido como la espuma: comenzó a exponer en diversos circuitos de arte urbano en Chile junto a R3sp3ct, colectivo de artistas urbanos chilenos del cual es miembro. En 2019, realizó una gira de dos meses por Suiza, pintando murales al aire libre junto a un amigo y, desde inicios de 2020, comenzó a colaborar con la galería de arte contemporáneo Tohaa Desing, en París.
"En Europa el arte urbano se mueve mucho. Es como si fuera el nuevo arte pop. Mucha gente vive del arte, y viven bien. Es muy diferente a Chile. Al estar allá uno se siente artista, la misma gente te lo hace sentir”, dice Cortegraff. Su trabajo se enmarca en la línea de calligraffiti, arte que se sustenta en el graffiti -Street Art- y en la caligrafía y tipografía: aquella combinación da a luz escenas que se asocian al expresionismo abstracto. El caligraffiti, así, comunica mucho más que una palabra; la descompone para gestar nuevos universos. Tal como el trabajo de Ortega, que incorpora vocablos que no siempre se leen, pero que siempre están, gracias a la unión de letras y un notable trabajo cromático que es el resultado de una investigación y experimentación constante.